► LEONARDO PADRÓN● ARMANDO DURÁN ● LUIS GARCÍA MORA
Un pacto de no agresión entre los grupos criminales permite les permite transitar por sus territorios y actuar en conjunto para evitar el ingreso de colectivos y de funcionarios de seguridad
En 2014 más de la mitad de los puntos de venta de la red oficial estuvieron inactivos, según la Memoria y Cuenta del Ministerio de Alimentación
El año pasado del total de 14.657 comercios (directos e indirectos) de la red Mercal, 6.725 estuvieron activos y 7.932 inactivos.
Con la red Pdval, de 2.057 puntos de venta solo 470 estuvieron activos.
■ CARLOS PEÑALOZA: La construcción de la nueva casa de la Tibi (Lucena – CNE) en el Counry Club debe haber costado unos $2 millones. ¿De donde salieron esos reales?. Jorge Arreaza y señora, también vecinos CCC. ¿¿Quien se quedó con La Casona??
■ GUILLERMO A. COCHEZ: Verifique donde está multimillonario condominio (The Point) atribuído a Tibisay (Lucena – CNE). Está en lo + exclusivo d Pta Paitilla. Habrá pagado cash?
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Nicolás Maduro – Tal Cual |
LO QUE SE ESCUCHA…
“Todo lo veo perfectamente borroso” – Javier Corcobado
LEONARDO PADRÓN: Lo que se escucha en la calle es carne de asombro. Lo que se cuenta en los restaurantes abisma. Lo que se conversa en las oficinas indigna.
El anecdotario de la corrupción es cada vez más profuso. No hablo de la corrupción que ha puesto en la fila palabras como Andorra, narcotráfico o FIFA.
No la corrupción de grandes magnitudes. Sino la que ejercen funcionarios de menor cuantía, importantes pero no demasiado, revolucionarios pero gracias a los privilegios, enchufados mientras haya beneficios.
Las historias se acumulan, unas tras otras. Todas huelen a exceso de dinero. El azufre circula con desparpajo por la geografía nacional.
Chávez llegó al poder ondeando la bandera de la lucha contra la corrupción. Simplemente era hora de cambiar a los dueños del saqueo.
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Se cuenta que cierto artista de vehemencia revolucionaria, ahora ungido de lo que antes no, regala relojes de marca a sus amigos más cercanos, preferiblemente Rolex. No es cuestionable tanta generosidad, pero asombra la bonanza.
Y no suena muy socialista el gesto, sino a pavoneo de jeque árabe, sobre todo en un país donde todo escasea.
Lebron James, el basquetbolista estrella de la NBA, le regala AppleWatches a sus compañeros de equipo, pero se entiende el derroche: sólo el año pasado se ganó 62 millones de dólares.
Me detallan de otro artista, igual de camarada, que anda explorando -corredora de bienes mediante— el sureste de Caracas en busca de una casa que combine con la holgura de su nuevo quince y último.
El chisme adquiere ribetes sólidos cuando la propia corredora tuvo a bien confesarle a una actriz el nombre del colega que quería adquirir el espacioso inmueble: “A lo mejor no te va a gustar cuando te diga quién quiere comprar tu casa”. La transacción no avanzó un centímetro más. La dignidad también existe.
Si visitas Galipan algunos te hablan de la mansión que se construye un diputado oficialista, muy afecto a las cámaras, por cierto.
La gente lo ha visto sucesivas veces decidiendo un giro arquitectónico o apurando el avance de la obra. También lo han observado en televisión desaguando amenazas contra sus adversarios políticos, siempre en base a la inquebrantable ética de la revolución.
Los cuentos crecen, se multiplican, pero no mueren.
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Hay ciertos personajes que la naturaleza de su oficio los torna esenciales pero invisibles. Se trata de los músicos, mesoneros, cocineros, escoltas, choferes o pilotos.
Son los silenciosos testigos del poder y la riqueza.
Así como han conocido los lujos de los millonarios de siempre y los dominios de los políticos también se han topado con el dispendio de los boliburgueses, el engreimiento de los nuevos ricos socialistas y la jactancia de los enchufados. Los mesoneros suelen escuchar fragmentos de conversaciones donde se fraguan decisiones, guisos o componendas.
Una bandeja con hielo puede llegar justo cuando se menciona una cifra de ocho ceros para coronar una transacción; los tequeños pueden aparecer en el instante del dato político clave; el café expreso puede sobrevenir cuando se está ordenando el próximo allanamiento. Y así los otros personajes. Han oído infinidad de conversaciones llevando a sus jefes al aeropuerto, sirviéndoles el rissoto en pleno almuerzo de negocios, piloteando sus aviones, tocando standards de jazz o viejos merengues en sus festejos. Son reservorios de un costal de secretos e información altamente combustible.
Un tecladista amigo, que suele matar tigres en todo tipo de selva, me relataba que en una misma semana había tocado en el cumpleaños de un notable oficialista y días después en el aniversario de boda de un connotado opositor.
Me insistió en su pasmo al ver la “mamarra de casa” que posee un diputado de verbo rojo que suele esgrimir frenéticos discursos contra “el flagelo de la corrupción”. Desgranó detalles sobre la ampulosidad de la piscina, el esplendor de los muebles, la profusión de obras de arte. Los músicos llegan, sin proponérselo, a zonas reservadas para el misterio y la especulación.
Nunca olvidaré cuando entrevisté al maestro Renato Capriles, el director de la popular Orquesta Los Melódicos, y me confesó que durante 16 años tocó para la mafia del narcotráfico en Colombia. Incluso, en una de esas ocasiones, compartió la tanda musical con Lola Flores y los Rolling Stones. Todo lo que vio fue para la perplejidad.
Los músicos hacen su música, mientras el resto de sus sentidos observa.
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La guinda. Un ingeniero de sonido me cuenta que la noche anterior le escribió a su prima por whatsaap para consultarle un dato. Ella, azorada, le dijo que le escribía luego. Estaba en una fiesta en casa de otro artista de la revolución. Al día siguiente le contó un episodio revelador. En la reunión había tres ministros del gabinete de gobierno. Compartían tragos y música.
Ya en el tercer whisky hacían mofa del jefe de ellos, es decir, del presidente de la República. Incurrían en las mismas burlas que suelen poblar las redes sociales y las gargantas del humor nacional.
Cosas así se escuchan en la calle.
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Ya es mucha la gente que ha oído lo que realmente piensan ciertos personeros del gobierno sobre el rumbo del país. Algunos lo asoman, en modo confidencia, al borde de un café. Otros confiesan que la guerra económica es sólo un argumento retórico para escamotear responsabilidades. La única batalla en curso es la terquedad del heredero versus la sensatez que exige el país.
Hablan de su rigidez ideológica. Su patinar en el viejo lodo de la historia. Comentan también las otras batallas, esas que se dan puertas adentro del poder, y que cada vez son más notorias.
Esas que complican aún más la maraña, el remolino.
Dicen, y bajan la voz, que el país es inviable. Lo asegura el académico marxista que alguna vez ocupó la escena pública. Lo susurra alguien vestido de verde olivo. Lo confirma un viejo gurú político en modo backstage. No les gusta el accionar del presidente, ni cómo se le atascan los gritos en la ineficacia.
Pero no se atreven a caer en desgracia. El poder no acepta sincericidios, así sean tardíos. Que lo digan los ex ministros Giordani, Hector Navarro y Ana Elisa Osorio o los miembros de Marea Socialista. Callar es más cómodo. Y más rentable.
Que se joda el país.
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4 pm. Jueves. Centro Comercial Ciudad Tamanaco. Veo a una mujer madura que entra a una zapatería, se sienta en un mueble, no busca zapatos, no señala ningún modelo. Se pone a llorar. Los empleados de la tienda se paralizan. No saben qué hacer. Deciden no interrumpirla. Al minuto enjuga sus ojos. Se levanta y sigue su camino. No da explicaciones. Sólo necesitaba llorar sentada.
¿Cuánta gente llora el país así, de repente, en mitad de un jueves cualquiera?
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Días trepidantes en el reino del absurdo.
Decenas de personas en huelga de hambre. Una madre y un niño son tragados por un hueco en una calle de Coro. Una turba oficialista lanza a un camarógrafo desde un segundo piso, sufre fractura craneal, pero no importa, es apenas una riña. Una banda criminal en la Cota 905 quema nueve motos de la policía y amenaza con derrumbar un helicóptero del Sebin, que huye espantado. Paro de transporte en ocho estados del país. Los útiles escolares diez veces más caros. La inflación llega a 108%. Detienen a ocho policías (PNB) por secuestro de un comerciante en Vargas. Las clínicas piden a los pacientes que importen sus insumos. Las reservas internacionales caen 49 millones de dólares diariamente. Los taxistas en Margarita colocan una urna en mitad de la calle y paralizan la isla en protesta por el asesinato de cuatro compañeros de trabajo en apenas 20 días.
Un cacique pemón se sienta, ataviado con sus galas milenarias, sobre la pista de aterrizaje del parque Canaima. Es un símbolo que protesta contra la minería ilegal que está acabando con una de las zonas más hermosas del mundo.
Mientras tanto algunos construyen sus palacetes.
En la calle se escucha que “ya nadie aguanta”.
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La inseguridad expande su mancha de sangre a toda velocidad. No hay rincón a salvo. En la zona donde vivo ha habido una escalofriante sucesión de secuestros. La comunidad pidió reunirse con la policía.
Uno de los agentes hizo una confesión dramática: “No hay policías. Nadie quiere ser policía en este país”. Más allá de la desoladora sentencia se articularon varias medidas. Todos nos convertiremos en ojos, en espías de lo extraño, en alarma de lo sospechoso. Resulta inédito ver a vecinos que ni siquiera se conocen de vista reuniéndose, buscando soluciones, haciendo lo que no hace el gobierno.
Días después Maduro confiesa que su ingenuo llamado al hampa para deponer las armas no funcionó. Añade la extravagante tesis de que la oposición le paga con droga a las bandas criminales. ¿Necesitan los malandros y criminales que Voluntad Popular, Primero Justicia o Copei les consigan un alijo de cocaína o una panela de marihuana? ¿Por qué insultar tanto la inteligencia del venezolano? De nuevo en cadena nacional Maduro se empina para asegurar que a Bolívar y a Sucre los asesinó Santander. San-tan-der, dice así. Añade “sinónimos”: la oligarquía, la derecha.
Otra vez Bolívar vuelve a ser asesinado. Pero quien muere realmente aquí todos los días es la patria. Esa famosa patria que llena las arengas de la fracasada revolución bolivariana.
El régimen se ufana de sus patriotas cooperantes. Pero ya aquí todos somos testigos de todo. Lo que se escucha es tan fuerte.
¿HACIA DÓNDE MARCHA VENEZUELA?
ARMANDO DURÁN Pensaba dedicarle mi columna de esta semana a la grata tarea de expresar mi regocijo porque a Leonardo Padura, estupendo narrador cubano, cronista de lo que Mauricio Vicent llama “la Cuba negra y no oficial”, acaban de concederle el Premio Princesa de Asturias de las Letras correspondiente a este año. Sin embargo, la rueda de prensa ofrecida el jueves por Felipe González al regresar a Madrid para dar cuenta de su visita a Caracas me hizo cambiar bruscamente de parecer. Sencillamente la estética le cedía su espacio a la ética.
“Venezuela es el reino de la arbitrariedad –sostuvo González con firmeza categórica ante numerosos representantes de la prensa española e internacional– y el presidente Maduro lleva al país hacia la destrucción. Él es el responsable de la catástrofe en términos de crisis social y económica y en términos de libertades básicas”.
González vio frustrada su intención de asesorar a los abogados de Leopoldo López y Antonio Ledezma en materia de derechos humanos por inadmisible decisión autoritaria del régimen, pero las 48 horas que estuvo entre nosotros le bastaron para llevarse una visión desoladora del desierto al que 16 años de revolución llamada bolivariana nos han condenado sin piedad. Una denuncia rotunda, que producirá un notable impacto en la conciencia europea y latinoamericana, pues sus palabras son una advertencia: la libertad está a punto de perderse en Venezuela.
Una posición similar a la de González en materia de derechos humanos y democracia la expresó ese mismo jueves Enrique Peña Nieto desde Bruselas, en el marco de la Cumbre Celac-Unión Europea, a la que Maduro, por razones que solo él y sus asesores conocen, se negó a asistir. “Debemos hacer esfuerzos –afirmó el presidente mexicano refiriéndose a las naciones latinoamericanas, caribeñas y europeas allí presentes– para que en Venezuela haya pleno respeto al Estado de Derecho y a la democracia”. Una clara denuncia de que en Venezuela no se respeta el Estado de Derecho ni las reglas de la democracia.
Esta es la verdad de la que no puede defenderse Maduro, excepto amordazando a los medios de comunicación con la finalidad de imponer una absoluta hegemonía comunicacional, ingrediente esencial de la deriva totalitaria del régimen.
Precisamente en la edición de El País del mismo jueves en que González y Peña Nieto formularon sus denuncias a los cuatro vientos, Juan Cruz, director adjunto de ese periódico, reproduce una conversación que sostuvo con Padura en julio del año pasado en Madrid. Por supuesto, ambos amigos hablan de literatura y de las novelas de Padura, pero también, y ese es el punto que vale la pena destacar aquí, también hablan del ejercicio del periodismo y de la falta de libertad de prensa en Cuba.
“Cuba –dice Padura, y sus palabras, aunque no aluden a Venezuela, hacen sonar todas nuestras alarmas– es un país con el mismo modelo que todos los países socialistas. La prensa oficial (toda la prensa cubana y en la actualidad casi toda la venezolana) responde al Estado… Para los cubanos, la falta de un periodismo con la profundidad y la responsabilidad que debió haber tenido siempre ha perjudicado la educación en el debate, la controversia y el ejercicio de la opinión… Cuando (en Cuba y también en Venezuela) se practica el debate hoy en día, por lo general se hace desde el ataque, no desde el diálogo”.
Con estas observaciones de González, Peña Nieto y Padura coincide plenamente Provea al dar testimonio de la situación venezolana en su informe anual de este año. En sus páginas se denuncia que en Venezuela “todo disidente es visto como un conspirador y, por lo tanto, como un enemigo del Estado.”
Mucho me temo que, dentro de poco, quienes no seamos ellos, aunque inocentes, eso seremos. Conspiradores y enemigos del Estado. Hacia allá vamos.
MADURO EN SU LABERINTO
Dicen que la reunión de Maduro con el Papa prometía llevar al clímax la presión para que el régimen dejara de violar los derechos humanos.
Un punto de máxima intensidad dentro de una serie creciente de eventos inducidos desde el poder.
Maduro quería la foto con el Papa. La buscó. La persiguió tanto como la propia Cristina Kirchner, que lo ha visitado cinco veces. Maduro sabe que el encuentro lubrica, abrillanta, maquilla. Pero como lo subrayan los corresponsales internacionales destacados en Roma, una reprimenda del Sumo Pontífice puede convertirse en una losa muy pesada de soportar para un líder político en entredicho, siendo un secreto a voces que el Santo Padre pensaba hacer figurar en el comunicado su reclamo por la libertad de los presos políticos venezolanos.
Además de que el anunciado viaje de Felipe González a Venezuela, con el objetivo de incorporarse a la defensa de estos (aunque declarado persona non grata) se ejecutó con coraje, como aquella vez antes frente al sanguinario régimen de Augusto Pinochet.
¿Y qué mejor oportunidad, en vez de un regaño del Papa, que retar a González a un forcejeo interno que distrajera y lo espejeara e igualara con un estadista de la talla del líder histórico?
Lo insultó y lo vapuleó, pues es seguro que viniendo de Europa no estará acostumbrado a esta total ausencia de modales y formas, a este estilo deliciosamente bellaco, al que hemos reducido la política del patio. Ese tono trágico y brutal en el que continua y metafóricamente amenazamos a nuestros adversarios, con el tipificado crimen de exterminio estipulado en el artículo 7 del Estatuto de la Corte Penal Internacional, y la incesante manipulación de la mente de los venezolanos a través de un arrebatado juego de clímax y anticlímax que ya aburre.
Pero sucedió que, al contrario de Pastrana y Quiroga, que vinieron sin el apoyo de Colombia y Bolivia, González vino con el soporte de su partido, el PSOE, y el aval del Grupo de Madrid y del gobierno español, y ante el reino de la arbitrariedad, como lo palpó y calificó, hizo lo que tenía que hacer.
Durante las 48 horas de su estadía -escoltado todo el tiempo por el Sebin y las policías del régimen-, llegó y durmió en la residencia del embajador, visitó a Ledezma, se reunió con Teodoro, estuvo en la casa de la madre de Leopoldo López con los abogados, informándole previamente a Maduro que no provocaría “un escándalo”, desarticulándole de esta manera su performance, a sabiendas de que no le dejarían visitar a ninguno de los presos en huelga de hambre, pero manteniendo una intensa agenda en la que el propio Maduro con sus torpezas contribuyó a dar relevancia mundial.
Se va en un avión de la fuerza aérea de Colombia, y cuando Maduro reclama al gobierno de Santos, éste le responde que Felipe es un amigo de Colombia que ha promovido la paz, lo que ha terminado por interpretarse, como señala desde Bogotá la periodista Diana Calderón, que Colombia privilegia el apoyo europeo al proceso de paz en lugar del apoyo de Maduro en las negociaciones, preguntándose si no será que el papel de Venezuela ya no cuenta como antes para los jefes de las FARC.
De manera que con una postura impecable antes las agresiones, González se marcha, no sin antes hacer un llamado a la oposición para que no siga pidiendo fecha para las elecciones parlamentarias, pues el CNE dijo que sí iban. Diciéndole que se concentre en la observación internacional que ya UNASUR, Samper y hasta Almagro y la OEA, dieron el sí para venir.
Y que desde ya le arrancarán a Maduro de las manos la propuesta de pactar la aceptación del resultado electoral, y así obligarlo a condiciones mejores. | COMPLETO